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Prólogo

Todos los relatos y testimonios recogidos en este libro, incluidas las semblanzas de los pioneros, tienen algo en común que nos lleva a presentarlos reunidos. Y es que todos están escritos desde perspectivas buscadamente subjetivas. Hay aspectos de crónica, sin duda, pero hay un intento de aproximación a las intenciones y a los sentimientos. Se pretende contemplar las actividades montañeras y viajeras, y las situaciones extremas, desde una perspectiva más profunda, o cuando menos más compleja, que un mero desplazamiento de distracción o un ejercicio estrictamente físico.

Los viajes, las ascensiones, y hasta las caminatas, de todos los que aquí nos ofrecen sus relatos, o son citados, se convirtieron, en alguna medida para todos ellos, en viajes y marchas al interior de sí mismos. Algo así como un caminar cuyo relato podría titularse "Viaje al interior de mí mismo a través de las cumbres y de los caminos del mundo ". Quizá todos estos viajes sean la parábola del buscador de sí mismo. Quizá todos sean réplicas de un arquetípico viaje en busca de la propia persona. Quizá todos estos recorridos y actividades más o menos aventureras sean representaciones y escenificaciones de la metáfora del viaje de la vida; todos nuestros personajes habrían mimodramatizado esta metáfora. Y quizá en el fondo el pensamiento es que cuanto más largo, lejano y exótico, sea el desplazamiento geográfico, y los países y culturas que se atraviesen y visiten y contacten, mejor; y cuanto más aventuradas y arriesgadas sean las situaciones que se vivan, mejor; porque más expresiva será esa representación.

Algunos pueden mirar el viaje desde un punto de vista negativo, como una huida de la realidad, pero cualquiera de nuestros autores podría argumentar sólidamente una valoración contraria, y diría que el viaje, más que la huida de lo cotidiano, es la ruptura con la rutina que la vida acaba por imponernos y que anestesia las capacidades de iniciativa, de cambio y dinamismo; y que, más grave aún, puede favorecer el desconocimiento de nosotros mismos, de nuestras propias capacidades físicas, mentales y morales, y que puede hacer que nunca nos planteemos preguntas sobre el sentido de nuestras vidas.

Visto desde esta perspectiva el viaje en lugar de ser una huida se convierte en un enriquecimiento de saber y experiencia, y en una inmersión en el propio yo. Pues el viaje promueve el profundo proceso de autoconocimiento por el efecto de la referencia de otros lugares y otras personas que cumplen la función de un mágico espejo que nos permite mirarnos en ellos.

Y este libro, como todo relato y toda literatura, nos hace participar a los lectores en la ajena experiencia, enriquecernos con ella, contrastarla, imitarla, o revivirla en la ficción; lo que también tiene valiosas virtualidades. Tampoco hay que menos valorar el placer de la contemplación de las fotografías, que nos proporcionan el escenario del relato y surten a la imaginación de material para la fantasía.

El viaje, la expedición, o la ascensión ajena pueden convertirse para el lector en un peregrinaje al fondo de su propio santuario.