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Itsasoa (1)
El mar de Euskalerria. La naturaleza, el hombre y su historia

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  • I.Aizpuru,
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Itsasoa

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Argitaratzailea (Enrique Ayerbe)

(Liburutik jasota)

EUSKALERRIA, IMAGEN Y REPRESENTACIÓN. EL ESPACIO MARÍTIMO

ITSASOA quiere presentar el mar como uno de los espacios geográficos de Euskalerria. Poner de relieve cuáles son los condicionamientos que impone desde el punto de vista físico configurando un espacio costero y cómo ello influye en la vida de los hombres que lo habitan y las relaciones que estos establecen con el medio.

Existe un modo de vida tradicional ligado al mar como es el pescador y un grupo diferenciado como es el de los marinos. Estos hombres tienen una concepción propia del mar y de la costa. Hay redes económicas relacionadas con estas actividades. Hay unos usos y ordenaciones de esos espacios.

Y todo esto ha cambiado a lo largo del tiempo por lo que este espacio tiene una historia. Y además gran parte de los acontecimientos y ciclos de nuestra historia han tenido lugar por los caminos del mar.

Hay que captar los elementos de geografía física y económica del espacio costero que tengan significación marítima y que por ello precisamente son delimitadores de un espacio y característicos de un paisaje.

Se potenciará y enriquecerá la percepción del espacio marítimo incorporando a ella la geologia, la oceanografía biológica, la botánica y la meteorología, y el hombre con su actividad económica y social y toda su historia.

Pero además, incorporamos a esa comprensión una perspectiva cultural pues esos elementos son contemplados también en su dimensión significativa y abiertos a su dimensión simbólica.

La percepción del espacio marítimo queda enriquecida, y posibilitada de enriquecimiento, y abierta a una comprensión estética de estos espacios y a todas las sugestiones poéticas.

El tema del espacio marítimo va a centrar por tanto la colección ITSASOA. Se imponen unas consideraciones previas.

EUSKALERRIA ESPACIO Y PAISAJE HUMANIZADOS

Cuando hablamos de espacio vasco solemos referirnos al espacio geográfico en que está asentado y vive el pueblo vasco.

Este espacio (*) es un medio natural, en el sentido de intocado, de «naturaleza salvaje» o «virgen» como se diría popularmente. Es un espacio trabajado, organizado, culturizado: es decir un espacio humanizado; socialmente compartido en el tiempo.

Y el paisaje, que es la manifestación de ese espacio, tampoco es natural, sino que presenta la marca de esa actividad humana, la huella que el vivir del hombre a través del tiempo deja visiblemente en el medio físico.

Por eso, cuando nos situamos en medio de nuestros montes o a la orilla de nuestro mar y contemplamos el paisaje, ciertamente, estamos en la naturaleza, pero percibimos que está organizada, explotada, agredida, gozada... Un explorador de un relato fantástico que llegase y se asomase por primera vez a nuestro espacio vasco podría decir: «¡Que delicioso lugar! No está deshabitado. Se ve que alguien vive.».

En el paisaje se combinan aspectos geomorfológicos, bióticos y humanos. El paisaje tiene en la geologia su infraestructura que fundamentalmente lo modela, la botánica lo recubre, la zoología lo anima, y el hombre pone un rasgo humano.

Porque el hombre, sobre el espacio de ese paisaje, tiene un designio: lo ordena para sus usos, y lo trabaja. Eso se reflejará en el paisaje; y se verán los caminos y los caseríos y los pueblos. Además, el espacio se socializa, se señaliza, se nombra, se sacraliza; y el espacio se recubre de limites, de toponimia, de religión. El paisaje está humanizado y eso quiere decir que esa huella está, además, llena de significado. Y más todavía: el paisaje está recubierto de símbolos; tiene un recubrimiento simbólico que el supuesto explorador no hubiese podido percibir y necesitaría convivir, enculturizarse, o ser instruido, para percibirlo.

Y en ese paisaje, atravesándolo todo, un hálito poético. Nace de las cosas. El paisaje es sugestivo por la poética connatural de los elementos, estimulo de entonación, que es otro modo de acercarse al paisaje y conocerlo.

Y todo eso tiene una historia. Es, pues, una naturaleza con historia. Es un paisaje con «recuerdos». Con recuerdos testimoniales, si es un paisaje marcado. O recuerdos evocables, cuando el paisaje está interiorizado en nosotros mismos y el paisaje de afuera desata en lo íntimo lo que sabemos y recordamos de ese espacio.

A este espacio de nuestro entorno, que interiorizamos, a este espacio habitado por los vascos, se le llama Euskalerria, Vasconia, País Vasco...

La captación del paisaje asi constituido y entendido, se da en un proceso de percepción. E interiorizamos lo percibido, lo elaboramos y conservamos para reproducirlo. La presencia mental de esa percepción, de ese conocimiento, es lo que llamamos representación. La representación articula imágenes e ideas. Ambas, imágenes e ideas, están estrechamente unidas, imbricadas, y se influyen mutuamente en los procesos interiores de elaboración.

(*)El espacio está delimitado y caracterizado por los sistemas de relaciones que se establecen a partir de elementos del medio físico y de relaciones surgidas en las sociedades humanas que ordenan ese espacio en función del conjunto histórico que conforma lo que llamamos civilización.

Para los conceptos geográficos ver: El espacio geográfico, O. Dollfus; El análisis geográfico, O. Dollfus; Los métodos de la geografía, P. George; El medio ambiente. P. George: Edit. Oikos tau. Barcelona.

PERCEPCIÓN DEL ESPACIO

Vamos a referirnos ahora a la percepción del espacio con sus implicaciones culturales.

Hemos hablado de representación, es decir de imágenes e ideas. Estamos pues de lleno en el terreno de la cultura.

Este es un espacio organizado y acondicionado para responder a las necesidades de la comunidad y es soporte de las relaciones que todo ello supone.

Pero el espacio así determinado pertenece al mundo cultural de esos hombres. Cada grupo humano tiene conocimiento del territorio que habita. Ese espacio es percibido y sentido según sus sistemas de pensamiento, sus necesidades y su historia.

Y junto a sea percepción hay una percepción irracional, mítica y religiosa de ese espacio.

Ese conocimiento del espacio es un modo de apropiación.

Con nuestra presencia nos apropiamos visualmente del espacio, del paisaje. Al conocer el paisaje lo hacemos nuestro, le damos un nombre, y lo identificamos y lo hacemos «reconocible». Es un paisaje de recuerdos. En el paisaje la memoria histórica colectiva se funde con la vivencia de nuestra historia personal; la historia se localiza y se ubica, se objetiva. Se ubica la creencia, la experiencia religiosa, el mito. Esa compleja percepción del espacio hace que sea para nosotros un espacio emotivo; comporta emociones. Con esta apropiación el espacio adquiere una dimensión «emocionante».

Esta será nuestra tarea como luego veremos:

Se trata de adscribir a los espacios y a los paisajes del país la historia y la cultura, enriqueciendo así la precepción. Enriquecer las imágenes, descubrir la dimensión estética, analizar los fenómenos y la historia en su ubicación y significación.

Elaboramos así la representación del espacio. Preparamos una rica percepción del espacio: la de la historia adscrita y la de la idea sobre la significación de ese espacio.

Hagamos una aproximación a los elementos de nuestra percepción del paisaje.

LA IMAGEN DE EUSKALERRIA

Hemos dicho que la representación incluye las imágenes pero que las imágenes están mediatizadas por las ideas; y las ideas se apoyan y están influidas por las imágenes.

La imagen de Euskalerria es pues el reflejo imaginativo de esa representación. Y la imagen cartográfica de Euskalerria parece que es excesivamente, o exclusivamente, sociográfica a causa de un reduccionismo políticoadministrativo; es una imagen muy administrativa.

Incluso la imagen física se resiente de esta perspectiva. Como resultado tenemos la imagen de un espacio que ha sido concebido desde los límites. Euskalerria aparece figurada en sus límites, es una imaginación periférica. Y como se trata de límites administrativos, el espacio de Euskalerria está imaginado y figurado como el dibujo de sus fronteras.

Y por esto, como consecuencia, hemos sufrido una imagen de Euskalerria fácilmente desmenbrable, y descomponible como un puzzle: Laburdi, Benabarra y Zuberoa han estado con frecuencia desgajadas. Y esta es a veces la situación de Nabarra. Este carácter reductivo de la frontera política (además, de imposición foránea) alcanza su ápice de significatividad en un mojón fronterizo del Pirineo que está situado dentro del espacio circular de un cromlech. ¡Una frontera destrozando, troceando, un espacio estético! O, sagrado. ¿Que más da? Espacio funerario. Quizá cl primer espacio libremente imaginado y segregado con simbolización espiritual.

La imaginación de un espacio por los límites administrativos es adecuada a la representación del espacio administrativo; y nada más. Pero es inadecuada para un espacio cultural. La imaginación de un espacio que un pueblo habita, y humanizado por el, y que tiene memoria histórica, tiene otras exigencias.

En el momento de imaginarnos Euskalerria, de dibujarla, de representarla cartograficamente lo hacemos de modo raquítico; hacemos una imagen reduccionista.

Y si se nos pregunta por nuestro espacio, el dar una descripción quizá nos resultará problemático. Y posiblemente hagamos una descripción de su forma, por la imagen, y lo haremos a partir de los límites, olvidando importantes referencias geográficas estructurales, como los Pirineos por ejemplo.

Todo ello está revelando un problema de imaginación de nuestro espacio vasco.

En la imagen cartografica que hemos hecho habitual, se bascula el país para que la línea de costa quede horizontal; los montes están seccionados por los límites administrativos, como si traspasados aquellos solo hubiese un desierto de papel; el Ebro está amputado y no sabemos de donde viene, ni se le deja fluir; la desembocadura del Atturri a veces sólo la representamos con una orilla, pues allá termina la imagen del país; los enclaves de Petilla parecen islas en un océano de papel y el enclave de Treviño, sin colorear, vacío, parece un fallo de imprenta. En los mapas de relieve hay montañas que sólo tienen una ladera; la otra es un abismo vertical.

Esta imagen del país es el resultado de concebirla por sus límites y de entender el límite linealmente, al modo administrativo. Así se seccionan las unidades geográficas; y donde estas unidades eran significativas se ve la amputación; y donde el espacio no es significativo el límite administrativo se aparece caprichoso.

Los ríos Ebro y Atturri son reducidos así a su significación de límite. Para algunos, el Ebro por ejemplo, queda reducido a la dimensión de frontera, destrozando el espacio geográfico de la Ribera; ser frontera sería toda su realidad.

La amputación del Pirineo es traumática: el Auñamendi no está representado porque «queda fuera», por unos metros, testimoniando con su ausencia un corte administrativo.

Con el mar, ocurre que, se le reduce a límite, concebido como frontera natural, como un «no espacio» que tiene en la línea de costa su delimitación. Con frecuencia, el mar ni se colorea ni representa, con lo que el país semeja entonces un meteorito en el vacío, sin ningún enlace y relación con la tierra.

Lógicamente cada uno tiene más adecuada imagen del espacio que le es más inmediato (el de la Ribera sobre el espacio del Ebro, el Roncales sobre el Pirineo, el de la costa sobre el mar) pero aún así no tiene cada uno una imagen adecuada de la totalidad de ese espacio que es Euskalerria.

La imagen que muchas veces utilizamos de nuestro espacio en las representaciones cartograficas (en distintos grados) es por tanto una imagen fraccionada, discontinua, al ignorar los espacios contiguos por un reduccionismo social y administrativo a costa del carácter geográfico de continuidad, y de contigüidad. Porque sólo la delimitación administrativa es lineal y sin tránsito; las restantes realidades tienen que atemperar la noción de límite con la de tránsito y relacionarlas con los conceptos de continuidad y contigüidad.

Esta representación inadecuada es un indicio, es un reflejo de una imagen y de una representación mental del espacio igualmente inadecuada. Dicho sea con precaución.

Es un asunto que implica el modo de entender y el modo de imaginar, es decir implica lo que se llama representación (que articula imágenes e ideas), pues la forma de imaginar y el modo de concebir el espacio están en íntima relación.

ELABORACIÓN DE LA REPRESENTACION

Posiblemente también el aspecto simbólico de la representación del conjunto del país, de Euskalerria es muy histórico-administrativo. La idea del espacio de Euskalerria se aparece muy abstracta, esquemática, correspondiente a la organización y conceptualizáción política del espacio y a los supuestos administrativos, a los esquemas provinciales: Iparralde, Provincias, Zazpirak bat. Laurak bat, Irurak bat.

La percepción de nuestro espacio sí que es emotiva, es incluso apasionada, pero excesivamente sociográfica.

Sería enriquecedor profundizar sistemáticamente en otras dimensiones e incorporar, recuperar, otros aspectos para una representación mental popular de la imagen de Euskalerria.

Tendríamos que incorporar mas la geografía, elementos del espacio físico y de la naturaleza, a la idea del espacio para que la representación espacial se enriquezca con elementos medioambientales y sea menos esquemática y racionalista, y más paisajística. Que se apoye más en el paisaje geográfico para que la representación no sea sólo cartografía histórico-administrativa, sino que incorpore también registros emocionales ligados al espació físico; que asuma el paisaje geomorfológico, botánico, meteorológico, zoológico...

Laborar imágenes del medió ambiente. Descubrir la poética de la materia: imágenes térreas, pétreas, aéreas, fóticas, acuáticas,... Y esto, no «para hacer una imagen más bonita» de Euskalerria, sino para que sea una imagen espacial capaz de sustentar la memoria histórica y cultural, para que sea la expresión adecuada de un espació habitado por el hombre.

Necesitamos una imagen adecuada del espació.

Una imagen adecuada del espació humanizado que es soporte geográfico de un pueblo, con una historia y una cultura, y que está relacionado con otros pueblos con sus respectivas identidades históricas y culturales, debe ser una imagen que sitúe ese espació, que permita ubicar en él el acontecimiento histórico y la tradición cultural, que muestre los condicionamientos geográficos que tiene y que dibuje sus entornos espaciales para poder entender los flujos y para situar las relaciones.

Una imagen adecuada a esta finalidad debe respetar el concepto geográfico del espació.

ELABORACIÓN DE LA IMAGEN GEOGRÁFICA

Es precisó respetar la continuidad espacial. El suelo, la extensión geográfica, es continua y la determinación de los espacios no fracciona esa continuidad sino que la delimita.

Pero además de ser respetuosos con esa fundamental continuidad geográfica, igualmente debemos serlo con la contigüidad. Es importante tener en cuenta los espacios contiguos, los delimitados junto a nosotros, los que han sido determinados por otros grupos humanos y por otras relaciones, pero que están establecidos sobre las mismas unidades geográficas. Y podemos considerar también los espacios que aún no siendo contiguos están en la misma unidad geográfica.

Pero además de considerar el espació vasco articulado por medió de estos espacios debemos considerarlos en relación a unidades espaciales de escala superior que son los espacios de referencia. El espacio así integrado y articulado será más adecuadamente referenciado.

La continuidad geográfica, la contigüidad espacial, las homogeneidades ahí sustentadas, las áreas medioambientales compartidas, los grandes espacios de referencia son aspectos de la concepción espacial con incidencia en la imaginación del espació que trataremos de respetar y de ir recuperando y descubriendo. Este sería el camino para ir enriqueciendo la concepción espacial del conjunto de Euskalerria: tomar en consideración los espacios enteros, compartidos, para una mejor comprensión de nuestro espació. Partiendo de las perspectivas geográficas ir logrando una completa representación del espació capaz de integrar adecuadamente las realidades históricas y culturales que sustenta.

Concluyendo diremos que este espació vasco configurado por homogeneidades étnicoculturales a través de la historia, Euskalerria, no se corresponde con un espació homogéneo desde el punto de vista de la geografía física, sino que se superpone sobre varias unidades espaciales, topográficas y estructurales.

El espacio ocupado por el pueblo vasco históricamente es uno. Pero muy bien podemos hablar también de «espacios vascos» en general, desde el punto de vista fisiógráficó.

Estos espacios básicamente son: las estructuras pirenaicas (alturas en el eje y en las cadenas prepirenaicas, y corredores intrapirenaicós); las dos grandes depresiones del Ebro y de Aquitania (con el Atturri). Y, junto a ellos, el espació que queremos singularizar y que es el objeto de nuestra atención: nuestro espació marino del golfo de Bizkaia.

Estos espacios nos articulan con otros espacios más amplios que son los grandes espacios de referencia: El Pirineo y el Atlántico; la Cordillera de los Pirineos y el Océano Atlántico.

Teniendo en cuenta estos espacios de articulación y referencia potenciaremos la adecuada imaginación del espació geográfico y la integración de nuestra historia y nuestra cultura en más amplios contextos.

Pensamos que estos espacios, ampliamente considerados, son respetuosos con las continuidades que con frecuencia los límites histórico, político y culturales dejan truncados. Así, los espacios físicos conservan su unidad y coherencia.

Los límites y las discontinuidades son muchas veces más histórico-administrativos que culturales.

Y así es el Pirineo enteró el que es comprensible geoestructuralmente, y solo en la consideración del Pirineo enteró, es como se puede entender y tener la visión completa de algunos fenómenos culturales: su ocupación a dos vertientes, áreas de extensión toponími-ca, dolménica, mítica, de derecho consuetudinario.

En el caso del Ebro, es considerándolo enteró, como comprenderemos la mediterra-neidad de algunos aspectos bioclimáticos y socioculturales e históricos de esa área. En el caso de Aquitania junto con el espació pirenaico y el del Ebro forman el espació de la historia de Nabarra en un largo período.

En el caso de espació marítimo, es en la consideración total del mar como parte del espacio vasco como se comprende coherentemente gran parte de nuestra historia económica, política y humana; nuestras relaciones con Europa, nuestra presencia en el Atlántico Norte y en América.

La elaboración de nuestra concepción espacial geográfica e histórico-cultural pasa pues por la recuperación y asunción popular del Pirineo, del Ebro, del Atlántico y del Atturi como ámbitos de nuestro pueblo, como espacios de nuestro espació, como dimensiones más significativas de nuestro espació geográfico y de nuestra historia.

Estos grandes elementos espaciales nos articulan peninsular y continentalmente desde el punto de vista geográfico y también desde el punto de vista histórico y cultural.

La dimensión pirenaica, la dimensión mediterránea por el Ebro, la dimensión atlántica de nuestro mar, la dimensión continental por el Atturri deben pertenecer a nuestra representación del país, al bagaje de representación simbólica. Del mismo modo abogamos por respetar la continuidad geográfica en la representación gráfica. No es siempre fácil de hacer y es una tarea por delante que necesita gradualidad.

Se trata pues de comprender el espació humanizado en el marco más extenso de los espacios físicos para comprender mejor la localización, situación y las interrelaciones. No se trata por tanto de ampliar el «espació histórico vasco» sino de considerar los grandes espacios de la localización vasca y de su contexto geográfico y antropológico.

El problema pues de la imaginación del espació tiene múltiples aspectos y afecta a muchas disciplinas, incluida la sicología, e implica profundamente al hombre que tiene planteada su identidad cultural y étnica en estrecha relación también con el entorno. Nos identificamos con el espació en que vivimos y él nos identifica.

Por tanto nuestra reflexión es ampliamente antropológica.

FUNCIÓN DE LA ILUSTRACIÓN

En este contexto la ilustración y la fotografía cobran todo su valor. La imagen se convierte en un modo de acceder a la posesión del espació. La imagen adquiere la función de ser acceso y de posibilitar vivamente la interiorización de los paisajes con toda su dimensión de significación geográfica histórica y simbólica.

El despreció de la imagen, de la ilustración y de la fotografía, es racionalismo en el peor sentido, fruto de un prejuicio intelectualista. La imagen no es solo un medió pedagógico de información, o una concentración de información fácilmente intuible y asimilable; ni tiene por finalidad hacer más atractiva y fácil la lectura, ni, peor aún, debe ser un «cebo» para lectores no habituados.

Todo eso puede estar en el planteamiento de la imagen. Pero no es la virtualidad principal de la imagen. La imagen es información cualitativamente diferente. Es apertura a otros modos de conocer e incluye la intuición poética y la ensoñación.

A esta luz, en esta perspectiva, ITSASOA, lo mismo que MENDIAK o EUSKALDUNAK, presenta un aspecto de testimonio impreso de un momento histórico y cultural. Más allá del libro con fotos y del libro con ilustraciones, y más allá incluso del texto ilustrado (*), son memoria cultural impresa, con ilustraciones y fotografías que tienen el valor de imágenes de cultura.

Trataremos de incorporar pues a la información precisa el color..., el movimiento..., el sentimiento... Querríamos una indagación práctica de la estética de este espacio y de todo lo que sustenta: del hombre y de su actividad, de sus producciones culturales y de sus técnicas.

LA IMAGINACIÓN DEL ESPACIÓ El espacio pirenaico

Nuestra indagación asume la geografía y se apoya en la sicología y en la cultura. Es un problema de fisiografía; de imaginar el espacio físico y de comprenderlo como soporte del acontecer histórico del Pueblo Vasco.

Nuestro espacio vasco está incluido entre dos grandes configuraciones geográficas como son la península Ibérica y el continente Europeo.

Euskalerria es un pequeño espacio geográfico perfectamente identificable, pero que no se corresponde con las unidades fisiográficas; las ocupa solo parcialmente, truncándolas.

La península es fácilmente geografiable en una primera elemental aproximación; su fisiografía apoya y favorece la imaginación y tiene captación geométrica. Es una imagen adecuada a los soportes geográficos y entera. El perfil del mar es incuestionable. Y si el istmo es ya de por sí de fácil imaginación, con la cadena pirenaica ocupándolo, lo es más.

Pero Euskalerria no es más que una pequeña parte de ese espacio, del que delimita una porción ignorando las estructuras. Las delimitaciones que la historia ha ido perfilando no son enteras, fisiográficamente hablando. El mar sí se nos presenta como una delimitación neta e incuestionable. Y en el espacio vasco actual los ríos Atturi y Ebro también apoyan desde su ser físico esa delimitación. Pero el país no queda totalmente dibujado, y el resto de las líneas que lo delimitan aparecen caprichosas, como respondiendo a no sabemos qué.

La imaginación del espacio de Euskalerria desde los límites es problemática. El espacio vasco es más fácilmente comprensible e imaginable no desde la delimitación exterior, desde los perfiles y los límites, sino desde el interior, desde su estructuración, de dentro afuera.

Y es el Pirineo el gran apoyo geográfico de la imaginación de nuestro espacio.

El establece la gran estructura fisiográfica de nuestro espacio, la estructura interior central. Una montaña longitudinal, un eje para nuestro espacio y la doble pendiente que establece; las vertientes de las aguas que modelarán esas superficies y que terminan vertiendo a los mares, al inmediato Atlántico y al gran río Ebro, nuestra mediación mediterránea.

El Pirineo desde su realidad topográfica será además el gran espacio de nuestra referencia geográfica. Nuestro espacio es espacio pirenaico. Es altura pirenaica y son vertientes pirenaicas. No importa que los perfiles exteriores sean fluctuantes. La principal referencia geográfica está en el corazón de nuestro espacio.

El Pirineo es el gran espacio de nuestra referencia geográfica y es la gran referencia de nuestra geografía.

Cuando se nos pregunte por nuestra identidad, sobre quiénes somos, una de las señas que podemos dar es que vivimos en un país pirenaico, que somos del Pirineo. Nuestra identidad espacial es pirenáica.

(*) Lo que indica, ya, un alto concepto de la imagen.

El espacio Mar Atlántico

Hay otro gran espacio en que también estamos insertos, del que participamos también: el mar.

Es un espacio peculiar. Por eso, y por su presencia ineludible, su imagen tiene un carácter de delimitación, de «no espacio» de límite infranqueable, de cierre. Pero a pesar de ello no tiene en la perspectiva histórica este carácter, sino todo lo contrario. Históricamente será espacio de comunicación y espacio abierto. No es espacio de asentamiento, de establecimiento y de habitación, pero es espacio de actividad, de comunicación y de expansión.

Pues bien, el mar será el otro gran espacio de nuestra referencia geográfica.

En este caso la fracción de lo que sea nuestro espacio marino es evidentemente más imprecisa y no hay límite marino que rompa la continuidad, ni rompe imaginativamente ninguna estructura de la superficie lisa oceánica. Es más, solamente gracias al ángulo de nuestro golfo podemos seleccionar un espacio atlántico. En este caso, en el caso de nuestro espacio marino, la geografía inmediata de las costas, el ángulo y nuestro espacio en el fondo es lo que nos facilita la imaginación; la geometría del ángulo nos ayuda a seleccionar una parte del espacio Atlántico.

Nuestro espacio marino es un ángulo del inmenso espacio Océano. La imaginación del espacio mar va desde el vértice del ángulo hacia mar adentro. La orilla del mar no es el fin del espacio vasco sino cambio de medio, de terrestre a marino. Desde el Pirineo nos hemos abierto a la península y al continente a través de los espacios de articulación. Desde el Pirineo, a través del mar, nos hemos abierto a la Europa atlántica, a América y al mundo.

Por tanto nuestro espacio es montañoso y marino. Nuestro espacio es un espacio Pirenáico y un espacio Atlántico. Nuestro país es un país del Pirineo en la orilla del Atlántico. O, su montaña es pirenaica y su mar es atlántico. Nuestra identidad espacial es también atlántica.

LA IMAGINACIÓN DEL ESPACIÓ MARINÓ. Significación y simbolismo

Los espacios geográficos están articulados con los espacios contiguos. Pero el caso del mar presenta características peculiares, también ahora. El mar es en algún sentido el espacio de articulación y de contigüidad por excelencia. Es el espacio más continuo, y por su mediación se establecen las máximas contigüidades posibles. Por sus caminos se puede llegar a todo el mundo y se es «vecino» universal.

El mar tiene el carácter de extensión continua e ilimitada, Las tierras no lo fraccionan porque él contiene las tierras y es ilimitada su extensión porque el mar no termina, se vuelve a empezar. No hay fin.

La tierra es discontinua: hay tierras. Pero mar hay solo uno. Y este mar articula todas las tierras.

El mar es extensión (dos dimensiones), no como la tierra que tiene además relieves (volúmenes). Por eso el aspecto de extensión es más patente que en la tierra, y por eso la discontinuidad de las tierras que el mar delimita es palmaria. E igualmente son nítidos los perfiles con que las delimita.

La imaginación del espacio marino es una imaginación de un espacio continuo, sin límite. Las tierras no limitan al mar, porque él las contiene a todas. Es el mar el que las delimita.

Estamos hablando, no de la imaginación del elemento agua, o, del medio marino, ni de su imaginación poética, sino de la imaginación geográfica del espacio mar. Por eso nos referimos a las ideas de límite y de extensión, localización, superficie. Porque queremos p poner en relieve que esta imaginación es ya significativa; los significados le corresponden naturalmente y se puede hacer una lectura desde esta perspectiva. Y además es un soporte de ricas simbolizaciones.

Y si el mar tiene este significado geográfico de superficie sin límites, tiene además un profundo simbolismo de apertura, de espacio sin fronteras, y de universalidad.

El ocuparnos en ITSASOA del mar vasco, de nuestra porción marina, nos ofrece la posibilidad de ocuparnos de él desde esta perspectiva significativa y simbólica, y nos permite recuperarlo popularmente como el espacio de máxima articulación geográfica y simbólica. Contemplarlo como la máxima apertura simbólica al mundo geográfico, y la posibilidad de relación más universal con los hombres y las culturas.

Por medio del mar, con su ocasión, ponemos de relieve las relaciones, las coincidencias, similitudes y diferencias con los espacios geográficos del mundo y los hombres que los habitan. Nos asomamos a la comprensión de nuestra ubicación en el mundo desde la perspectiva del mar; no sólo localizamos y situamos nuestro espacio marino en el mar del mundo, en el mar universal, sino que por el camino de la imaginación marina, situamos Euskalerria en relación a otras tierras: comprendemos nuestro «sitio» en el mundo. Y la lectura cultural de la situación, de la relación, es la relativización.

PECULIARIDAD DEL ESPACIÓ MARINÓ

El espacio marino

El mar es un espacio, sin entrar en más precisiones, pero un espacio peculiar en el que habría que descubrir delimitaciones y precisar algunos temas.

El mar es un espacio geográfico en cuanto que es accesible, y es usado por el hombre para su subsistencia, y es soporte de sistemas de relaciones.

Es, por tanto, espacio geográfico, pero es un espacio peculiar porque la aplicación de los conceptos de espacio mismo y de paisaje necesitan una aplicación matizada.

El mar es un espacio accesible pero es un espacio que se mira desde fuera. El penetrar en el medio marino le exige al hombre técnicas de natación, no es su medio.

No es espacio de asentamiento, es espacio de actividad. Actividad de pesca, de prelación, no de «cultivo», es incultivable, por lo menos tradicionalmente. Y actividad de tránsito. El mar es transitable pero con la mediación instrumental del barco.

Y sus lugares son localizables; pero son localizables con referencias terrestres o celestes, porque el mismo medio marino no ofrece referencias.

Y es espacio humanizado, pero la huella del hombre es menor que en la tierra.

El mar es pues espacio pero es un espacio peculiar.

Sin duda estamos hablando desde una perspectiva terrestre. Desde la perspectiva de que la tierra es el medio del hombre.

El paisaje marino

El mar tiene paisaje, pero paisaje peculiar, manifestación de un espacio peculiar. Sus lugares son referenciables pero con referencias que no son del medio con referencias astronómicas y geodésicas. La huella de humanización es menor o inexistente porque no hay un soporte para marcas duraderas y todo el acervo de memoria histórica y cultural lo proyectamos sobre la lisa extensión marina, pero enmarcándolo en la representación cartográfica, pues su superficie marina no tiene paisajes diferenciables que nos den una imagen de un lugar donde ocurrió algo.

Es paisaje que se oculta. Se oculta en la morfología de sus fondos marinos, y en la biología submarina, y no nos es accesible más que por el testimonio de experimentados hombres y por la noticia científica que nos lo describe y nos lo reproduce en imágenes, dibujos y fotografías; muy parcialmente.

Es un paisaje cambiante y monótono. Es un paisaje de horizontalidad, de superficie lisa (de dos dimensiones). La inmensidad junto con la variabilidad, (el movimiento) pueden ser sus otras características. La horizontalidad está continuamente alterada y recuperada con un ritmo rápido. Los movimientos de mareas y oleajes son continuos, rápidos.

Es un paisaje meteorológico, es decir, donde parece que la atmosfera tiene un mayor protagonismo porque las incidencias del relieve son menores y fluctuantes. Es un paisaje donde la tormenta con el viento y los meteoros, con la luz y el color, parecen protagonizarlo ante la ausencia de volúmenes estables.

Son dos medios diferentes con sus paisajes correspondientes. El mar no tiene la solidez y la estabilidad de la tierra. La tierra no tiene la fluidez y movilidad del mar.

El mar es pues espacio geográfico marino y se manifiesta en el paisaje marino. Pero es peculiar como espacio y como paisaje.

EL ESPACIO MARÍTIMO

La costa es parte del espacio marino; no se entiende un espacio marino sin costa. Sin esa plataforma de acceso, de asentamiento humano y de referencias, no hay mar humanizado.

Lo primero que hay que decir por tanto es que es un espacio con dos medios: terrestre y marino. Un espacio mar-tierra.

La franja costera, como lugar de acceso e interacción es un espacio de límites terrestres imprecisos. Lo mismo ocurre con la franja marina que tiene un límite (marino) impreciso. La que es precisa, aunque fluctuante por las mareas, es la línea litoral que limita la franja costera (terrestre) y la marina (mar). Llamaremos espacio marítimo a este espacio formado por mar y tierra.

En el espacio marino (mar) la oceanografía nos delimitará tramos diferenciados con criterios diversos. En el espacio costa (terrestre) también se diferenciarán franjas bioclimáticas o bioambientales. Hay también una franja ambiental común que abarca a ambos medios caracterizada y delimitada por diversos fenómenos: las aves marinas, mareas, atmosféricos, etc. es la franja litoral. Todas estas precisiones de delimitaciones se harán en sus lugares adecuados: geología, biología, oceanografía.

Por tanto Espacio Marítimo es el espacio tierra-mar delimitado por el alcance de las mutuas influencias y marcado por la humanización significativamente marítima en el caso de tierra y por la humanización de referencias terrestres en el caso del mar.

Franja marina

La red de relaciones que se establece entre el área costera y el mar delimitan el espacio marítimo (con sus intensidades). Está formado por las áreas cercanas de mar más humanizado: explotado, nominado, frecuentado, conocido por la pesca y el transporte. Está determinado por espacio visual marino (espacio de la referencia visual terrestre, etc.) por la actividad pesquera en los caladeros más cercanos y accesibles, con toponimia propia (situados en la plataforma continental, frente a la costa), por las redes.

Franja costera

Sería el espacio delimitado por la acumulación coincidente de homogeneidades.

Está formado por la franja de tierra más costera, la que es asentamiento de un grupo humano, con un modo de vida, con unas redes de relaciones económicas y sociales de indudable influencia marítima.

Delimitación del espació costero

Son muy diversas las delimitaciones que pueden hacerse del espacio marítimo costero dependiendo de los criterios que se utilicen.

Los criterios pueden ser muy variados. Desde los fisiográficos a los visuales y simbólicos pasando por los socioeconómicos. Así, hay un espacio costero, geomorfológico, bioclimático, socioeconómico, lingüístico, religioso, etc.

Ese espacio costero soporta relaciones diversas; se hacen diferentes usos de él, y el grupo humano que lo habita le asigna funciones diversas, con lo que es un espacio ordenado, organizado.

Son varias las homogeneidades que se superponen en el espacio costero caracterizando su individualidad y su personalidad, haciéndolo diferenciable.

Además cada una de estas delimitaciones puede sufrir variaciones con lo que tiene su propia historia.

El concepto de costa atiende pues no solamente al criterio de geografía física sino que atiende también a otros criterios de geografía humana.

Trataremos de recoger y presentar todos los datos que perfilen un espacio costero, o relacionado con el mar o condicionado por él: las acumulaciones significativas, las direcciones de los fenómenos, los flujos, etc.

Se trata pues de perfilar la delimitación de un espacio de influencia marina no necesariamente costero. El área de influencia puede ser en nuestro caso el de la cuenca atlántica o abarcar a todo el país. Es cuestión de escalas. Lógicamente tratamos de delimitar un espacio más significativamente costero, más evidentemente costero. Pero siempre habrá que contar con las perspectivas de otras épocas históricas que quizá no fueron coincidentes con la actual.

Esta falta de límites estrictos y coincidentes no impide que sea patente la diferenciación de ese espacio de sus contiguos. Una superposi-

ción de las diferentes delimitaciones evidencia una fundamental y nuclear coincidencia que perfila un espacio costero a nivel popular hoy día.

ANÁLISIS CULTURAL DEL ESPACIO

Queremos presentar el espacio vasco como cualquier otro dato cultural ya que el espacio vasco está intensamente humanizado, es un producto de cultura. Presentarlo, por tanto, en sus perspectivas formal, funcional y significativa.

El método de análisis adecuado a su naturaleza cultural debe abordar los aspectos formales como delimitación, extensión, características de relieve y todos los aspectos, de la geografía física; los aspectos funcionales como el de los usos, que va a determinar la organización y ordenación de ese espacio; y no debe olvidar, ni menos valorar, los aspectos de significación.

Pero este análisis, que también puede hacerlo el análisis geográfico, debe tener una dimensión más antropológica, de tal modo que se perfile una historia de dicho espacio (bajo esa triple perspectiva) y alcance a su inserción en los elementos invisibles de la cultura; que alcance a la dimensión no sólo significativa, sino también simbólica, a los componentes de percepción estética, y a la poética de ese espacio.

PERSPECTIVA ANTROPOLÓGICA. Por ello nuestra actitud metodológica más que geográfica, más que histórica o sociológica, es antropológica: tratamos de incidir en el ámbito de las representaciones culturales del espacio marítimo conscientes de la importancia que tienen en la configuración de la identidad.

HISTORIA DE LOS ESPACIOS

Los espacios son cambiantes porque son cambiantes los espacios físicos: nivel del mar y línea de costa, colmataciones de desembocaduras, el impacto humano (muelles, construcciones, etc.), penetración de mareas, marismas, etc.

Cambian también las relaciones que son las que individualizan los espacios sobre las superficies a lo largo de la historia. Y también es cambiante el significado y las simbolizaciones de los espacios al cambiar las funciones del espacio y al cambiar las concepciones cosmológicas y religiosas que mediatizan las mentalidades.

Hay pues una historia de los espacios geográficos y de las concepciones espaciales.

Quiere esto decir que los espacios geográficos tienen su historia; su historia fisiográfica y su historia cultural. Hay una percepción propia y una percepción ajena del mismo espacio, con mutuas interferencias e influencias de difícil discernimiento.

Y quiere decir también que esa concepción puede ser una concepción elaborable: un pueblo que mantiene una lucha por su identidad labora también su representación del espacio, descubriéndolo, y en su caso recuperando, la visión geográfica, histórica y simbólica.

RECUPERACIÓN CULTURAL DEL ESPACIÓ MARINÓ

En Euskalerria en una gran longitud de su perfil los límites terrestres son convencionales, son administrativos; son límite de imagen pero no son limitación geográfica (no señalan discontinuidad de superficie terrestre). En cambio el límite del mar, en la costa no es convencional, hay una discontinuidad fisiográfica. Pero eso no significa que haya terminado el espacio, sino que se pasa de un medio a otro medio diferente; del terrestre al marino, pero en el mismo espacio.

En el planteamiento y tratamiento de ITSASOA trataremos de ir recuperando para el mar la consideración de espacio que le corresponde. Pasar de considerarlo «no espacio» a considerarlo espacio. (Hablamos de concepciones populares).

El paisaje marino

Trataremos pues de avanzar en la recuperación como espacio económico y cultural y como espacio histórico. Y pasaremos de concebir el mar como un «no espacio», un fin, un límite, del espacio vasco a concebirlo como espacio de actividad, de relación y comunicación.

Y pasaremos de considerarlo «no paisaje» a considerarlo paisaje. Porque el mar tiene paisaje geomorfológico (en el fondo submarino) y paisaje biótico (en su flora y fauna) y paisaje humano (culturizado en la memoria histórica y que proyectamos sobre la superficie del mar y sobre la imagen cartográfica). Se trata de recuperarlo como espacio de significación y de simbolizaciones.

Espacio universal

El mar por la peculiaridad del medio, sin discontinuidades, es el espacio abierto por excelencia, inapropiable, el espacio compartido; un espacio de tránsito, de encuentro, de actividad, pero no un espacio de permanencia, de asentamiento, de posesión,...

El mar desde nuestra perspectiva histórica hoy, es en el país un espacio de significación universal y como tal es considerado y simbólicamente utilizado.

En nuestro caso, históricamente, es el espacio de nuestra articulación europea y americana; de nuestra articulación universal.

Espacio de Epopeya

Es a la vez un espacio extremoso. Por lo inseguro, por lo indomable, inmenso, inestable, irreferenciable...

Esta característica hace que las capacidades humanas se tengan que emplear al máximo en este medio y venga a ser la prueba del verdadero valor del hombre y de los recursos humanos. En este sentido es un espacio de polarización sicológica, discriminador de caracteres y actitudes.

El espacio terrestre vasco (aun el pirenaico) por reducido, humanizable y domesticable no es un espacio de epopeya. Ha sido un espacio más doméstico. El mar ha sido el espacio de la epopeya histórica vasca. El medio marino ha puesto a prueba el carácter vasco en situaciones límite y extremas. Ha sido un espacio inmenso y extremoso y lo que ahí se ha desarrollado ha sido una epopeya no cantada literariamente pero recordada y relatable.

Posibilitar una rica percepción

Tratamos de recuperar el mar de Euskalerria como uno de los espacios vascos. De entenderlo como uno de los espacios de articulación geográfica que nos relacione con otros espacios a más amplia escala.

Tratamos de imaginar el espacio marino geográficamente, potenciando una rica percepción del espacio físico, a través de su paisaje que se describe en la información literaria y que se recrea en la imagen del dibujo y de la fotografía y de la representación cartográfica.

Así se hace adecuadamente imaginable el espacio marino para que pueda ubicar todo el mundo cultural relacionado con el mar. Y para que no sea únicamente una esquemática representación cartográfica que localiza puntos sobre la superficie del globo por la red cartográfica con medidas de grados sobre longitudes y latitudes. Supuesto el apoyo cartográfico, se trata de enriquecer la percepción del espacio marino para que podamos proyectar sobre el espacio marino todo el mundo de representaciones culturales.

Tratamos de elaborar una concepción de ese espacio adecuada para poder entender las relaciones del hombre con el medio marino. Para entender y ubicar la relación económica del hombre con el mar: la actividad nutricia de la pesca, las actividades mercantiles de tránsito y portuarias, las de comunicación, las industriales que exige la construcción naval, etc. Y toda esta relación tiene una historia.

Se trata de potenciar la percepción histórica de ese paisaje porque hayamos ubicado en él los acontecimientos y las experiencias propias y relatadas, y la memoria de la cotidiana actividad económica y social.

Se trata de posibilitar la percepción cultural, de transmitirla, de indagar en ella, porque descubramos la ubicación de los mitos, de las leyendas, de las utopías, y hagamos accesible este espacio a la sugestión poética porque nos abre a la comprensión del elemento agua, a la comprensión del medio acuático, a la del espacio marino, y a la de nuestro inmediato y concreto mar.

Potenciar su comprensión como espacio de ocio. El tratar de percibirlo en la rica perspectiva que venimos proponiendo no va en contra del ocio sino de su potenciación y de situarlo en una posición de superior calidad, de su recualificación antropológica, descubriéndolo como un espacio de ocio no trivial (como ya se ha hecho popularmente con el monte) porque promueve un ocio que tiene la virtud de integración sicológica al reintegrar al hombre al contacto con el medio marino y descubrirle la dimensión cultural de ese medio.

Recuperarlo como espacio de reafirmación y profundización de identidad cultural, como espacio de virtualidades identificativas. Al humanizarlo, al culturizarlo, identificamos el mar, le damos identidad y nosotros mismos nos identificamos al hacerlo.

Recuperarlo como espacio de contemplación: lo descubrimos como espacio de naturaleza gozable, de historia recordable, de cultura recreable.

Contemplación interiorizante, porque «nos contagia», nos sugiere el modo de intuirnos; ante el mar nos entendemos inmensos en nuestra interioridad, captamos el yo como profundo, infinito, inabarcable, inaprehensible.

El agua nos presta su infinitud e intemporalidad. Esa agua en extensión inmensa y en movimiento, «siempre recién renacida», nos contagia su imagen para el yo íntimo.

itzuli gora

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